viernes, 19 de diciembre de 2008

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La Bicha por Rosa Montero


No es casual que los temas de Haider y de El Ejido hayan coincidido últimamente en los
periódicos, porque la marcha de la sociedad va por ahí: por la multiplicación de los movimientos
migratorios y por el mestizaje. El mundo es hoy más heterogéneo y multicultural que nunca, y uno
de los mayores retos de la modernidad consiste en digerir esa realidad sin degollarnos.
5 Los progres solemos decir alegremente que la mezcla de razas es estupenda. Y desde luego
lo es, lo creo firmemente: nos hace más cultos y nos enriquece. Pero para eso hay que vencer un
recelo ancestral, un miedo primitivo al otro, al diferente. Un prejuicio racista milenario que se
cuela, insidioso, por todas partes: por ejemplo, el más reciente programa Word de Microsoft
ofrece la palabra "degeneración" como sinónimo de "mestizaje". No sabemos qué hacer con esa
10 bicha que nos habita; nos tenemos miedo a nosotros mismos y con razón, porque espeluzna ver
esos reportajes de El Ejido en los que unos energúmenos que tal vez sean buenos padres de
familia persiguen a un marroquí y berrean "¡Por ahí abajo va, por ahí abajo!", convertidos en
perfectos linchadores. Llevamos a un asesino dentro, a una alimaña, y no nos atrevemos a
enfrentarnos a ella, que es el único modo de derrotarla.
15 El espléndido reportaje de Joaquina Prades sobre El Ejido lo dejaba muy claro: los ejidenses
son 50.000, los inmigrantes 15.000. Un porcentaje altísimo y de llegada muy reciente. Esos
extranjeros han sido la clave de la prosperidad del pueblo. De la noche a la mañana, los ejidenses
se han hecho ricos, pero no más cultos: según un informe oficial, hay un 54% de analfabetismo
funcional. Y muchísimo miedo a esos seres distintos a los que mantienen marginados. Ha
20 aumentado la delincuencia, desde luego (aunque, según la policía, mucho menos de lo que creen
los vecinos): lo trae la riqueza, y el desarraigo y aislamiento de los inmigrantes, que, a su vez,
también temen y desprecian lo distinto. Entiendo muy bien la inquietud de los ejidenses: les ha
cambiado tanto la vida, y tan deprisa. La solución no es fácil: aumentar el nivel cultural, dar
condiciones dignas a los inmigrantes... Y reconocer que llevamos una bicha en el corazón, y no
25 sólo los ejidenses, sino todos.
El País, 15 de febrero de 2000.

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